martes, 16 de febrero de 2016

El Tío Tirantes 2

      Una noche de invierno la furrielería estaba especialmente concurrida. Además de los tres furrieles -Beasaín, Miguel y yo- había unos cuantos miembros del reemplazo 80-1º, los bisabuelos de la épo­ca: Piñas, el Cabo Blanco, el Fitty... Hacía más de me­dia hora que habían tocado silencio, la batería dormía -o se suponía- y contraveníamos todas las normas, pero el primero en contravenir­las era el suboficial de se­mana, el cabo primero Alcira, que con nosotros estaba. Ha­blábamos, murmu­rábamos y todo eso, cuando alguien llamó a la puerta. Silencio. Abri­mos. Era el imagina­ria. El Tío Tirantes.
      - ¡Hombre, qué bien os lo pasáis! ¿Puedo pasar? -preguntó cuando ya estaba dentro-.
             Un guri normal, aunque fuera el imaginaria, no se habría atrevido jamás a entrar en la furrielería sabiendo que había gente de reemplazos anteriores. Pero el Tiri no era normal. Cogió una silla, se sentó y fue el centro de la reunión. No sé quién hablaba de coches.
        - Huy, yo corro mucho con el coche. Cuando llego a ochenta mi madre me dice  que frene.
                 El Fitty decidió profundizar en el tema:
            - ¿Y qué coche tienes?
           - Un 124.
           - ¿De los de ferule?
           - ¿De ferule? No. Me parece que no.
           - ¿Seguro? Mira que todos los 124 llevan ferule de se­rie.
           - Pues el mío no tiene. ¿Qué es el ferule?
           - Está debajo del acelerador.
           - ¿Debajo del acelerador?
          - Sí. Tú aceleras. Y cuando llegas a los 100, quitas el pie del acelerador y lo pones debajo, y entonces pisas el fe­ru­le, que mantiene la velocidad del coche pero ahorrando com­bustible. Pero claro, si no pasas de ochenta, nunca lo has utilizado.
             El Tío Tirantes se iba adentrando cada vez más en los terre­nos de la candidez castrense. Pero cuando vio al suboficial de semana, Alcira, una especie de brujo me­dieval antiguo que jamás se reía, caerse de culo al suelo preso de un ataque de risa, se le encendió la bombilla.
         - Huy, no sé, me parece que me estás tomando el pelo.

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