viernes, 26 de febrero de 2016

El Tío Tirantes 5

Las relaciones Tío Tirantes-Resto del Mundo no eran pre­cisa­mente fluidas. Un día Conesa le hinchó un ojo. Todo el mundo sabía que Conesa tenía la razón, incluso sin haber visto el inci­dente. Otro día, ante una nueva salida del Tiri, el te­niente Chusquero exclamó:

- ¡Que venga Conesa y le hinche el otro ojo!
Las relaciones con Vizcaíno tampoco eran muy cordiales. Vizcaíno pertenecía a mi reemplazo y no era especialmente conflic­tivo, hasta que bebía. Entonces perdía el mundo de vista. Y una noche lo perdió con el Tiri delante. Lo empezó a perseguir por toda la batería con una navaja, mientras iba gritando:
 - ¡Que lo raho! ¡Que lo raho!
La disputa se realizó de la forma reglamentaria, el Tío Tirantes corría delante y detrás iba Vizcaíno. La cosa además tenía merito porque la batería estaba a oscuras y los pasillos lle­nos de petates, pues esa tarde habían llegado los guris del re­emplazo 81-1º, a los que aún no se les había asignado taqui­llas. Los re­cién llegados asomaban tímidamente la cabeza desde sus lite­ras.
- Tranquilos –les decíamos los veteranos-, pasa cada noche. Forma parte del folclore local. En cuanto le den una cer­veza más al perseguidor, se dormi­rá. 
El imaginaria, encargado de mantener el orden y la disciplina militar en el recinto, había decidido sentarse a tocarse los cojones hasta que se calmara la situación.  

Otra noche el incidente se produjo entre Martín y -cómo no- el Tío Tirantes. Martín era de mi reemplazo y cabo primero. Y el preferido de Gilito. Así que iba de guapo por la vida, aunque con los del reemplazo jamás tuvo ningún problema, ni nosotros con él. Pero tenía querencia por el Tiri. Y una noche se lió. Y el Tiri salió por la única salida que vio: llamar la atención del sargen­to Beguín.

El Beguín dormía en el cuarto del suboficial de semana, que estaba al fondo de la batería, pared con pared. Cuando había movida debía oírla, por supuesto. Aunque en las condi­ciones en que llegaba a la batería cada noche, completamente cocido, es po­sible que no oyera nada. Una noche se sentó en las rodillas de un artillero que estaba sentado en un banco bebiéndose una cerveza. Entre varios artilleros lo ayudaron a levantarse y a llegar hasta su cuarto, a dos metros escasos. 
El Tiri empezó a gritar cada vez más fuerte.

- Que me dejes, Martín! ¡Gilipollas! ¡Que me dejes! ¡Gi­LiPo­LlAs! ¡Déjame! ¡GILIPOLLAS! ¡GILIPOLLAS! ¡GILIPOLLAS!
El Beguín, dormido beatíficamente, tal vez no oyó los alaridos del Tiri, pero el resto del Regimiento seguro que sí. Martín, sabedor de su poder, se arrimaba al Tiri como el torero al toro, sacando pecho.

- ¡Qué pasa, Tiri! ¿Qué quieres? ¿Despertar al sargento para ponerte a llorar en su faldita?

Al final, Marín, que sólo era un tocahuevos, dejó estar al Tiri. Al día siguiente, nos encontrábamos en una mesa De la Cruz, Velasco y yo. El Tiri estaba de guardia y subió un mo­mento a la batería. Cuando apareció, Velasco se activó, abandonó su habitual estado pre-depresivo, se levantó, elevó su brazo derecho como en el brindis de la Traviata y con su mejor voz entonó:
-¡GILIPOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOLLAS!
Toda la batería se estremeció ante aquella muestra de luci­dez de Velasco. 

*     *     * 
Formación en la batería, después de comer. Descanso a discreción. El Tío Tirantes, desde su puesto anónimo en medio de las filas prietas, lanza una mirada satisfecha a lado y lado de la formación. Cada vez más contento y seguro de sí mismo, se vuelve hacia El Guanche y, con una sonrisa cómplice, le susurra: 
- Cómo se nota los que tenemos estudios, ¿eh? 

El Guanche no se cayó de culo porque no había sitio en la formación. Después, a la hora de paseo, nos comentó escandalizado al resto del grupo -todos con estudios, por supuesto- la última tontería del Tiri.
- ¿Pero este tío quién se ha creído que es? ¿Cómo se nota los que tenemos estudios? ¿Y en qué coño lo nota ese gilipollas? Me ha dejado seco, de verdad. ¿Cómo se puede ser tan clasista y tan facha?


La frase del Titi fue rápidamente incorporada por Duque a su catálogo de frases hechas, muchas de ellas proporcionadas por el Tiri. Cuando alguien hacía alguna animalada, cuando alguien meaba fuera de tiesto, cuando alguna cosa se salía de madre, se oía la voz de Duque imitando el falsete del Tío Tirantes:

- Desde luego, esta gentuza sin estudios... Esta batería es un asco...


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