martes, 23 de febrero de 2016

El Tío Tirantes 4

A la batería llegaban cada mes unas revistas militares muy bien editadas, en papel couché del bueno. La buena impre­sión acababa cuando se leía algún artículo. La mayoría de ellos tenían un ligero sesgo conservador, franquista y golpis­ta. Además esta­ban llenos de faltas de ortografía y de errores sintácticos. Se titulaban "Simancas", "Reconquista" y cosas así.
No faltaba nunca en alguna de las revistas un artículo destructivo contra Pilar Miró, escrito por algún comandante, coronel o general. En aquella época se había estrenado "El crimen de Cuenca", filme en que la Guardia Civil no salía precisamente bien parada. Y tal visión no agradó a los militares, que si algo tienen es un corporativismo feroz. Lo más suave que se le llamaba a la directora de la película en estos artículos era "marimacho". Si se hubiese metido alguno de tales escritos en un alambique y se hubiese calentado, se habría podido destilar odio en estado puro. Leyendo esos artículos en la soledad de la furrielería, uno se acojonaba pensando qué hubiera pasado si el golpe del 23-F les hubiese salido bien.
          En una de estas revistas apareció publicada una poesía que había escrito la madre del Tío Tirantes, dedicada a la jura de bandera de su hijo. Nadie en la batería sabía que la señora que firmaba aquello era la madre del Tiri -nadie en la batería leía esas revistas- pero él fue enseñando el poema a todo el mundo e informando de la identidad de la autora.
       El poema era malo, pero malo, malo, malo. Era espantoso. Una bazofia en la que se mezclaban la bandera, su hijo -el de la autora, El Tiri-, las campanas que la despertaban por la mañana para acudir a la jura, que se tenía que levantar antes, la sacro­santa uni­dad de la patria, la paella valenciana y algunos tópicos más. Vien­do lo que escribía la madre, uno ya no se extrañaba de cómo era el hijo, que ade­más estaba orgulloso del poema. Por lo visto, la madre del Tiri era de las que fueron a llevarle jamones al golpista Tejero cuando estuvo en la cárcel.
               El Tiri le enseñó el poema al Tedientes. El Tedientes era un señor que estaba en el Ejército porque recibía un sueldo, pero yo no le apreciaba un gran espíritu militar. Pasaba mucho de ceremo­nias rituales y demás parafernalias. Estaba matricu­lado en la UNED y si los furrieles hacíamos mal algún escrito que él nos hubiera encargado, en lugar de gritar nos indicaba qué era lo que debía­mos corregir. Además, se encargaba de dar charlas de formación constitucional a los suboficiales, Urco entre ellos. Sólo por eso ya era un hombre digno de admirar. El Tedientes leyó el poema y dijo:
                 - ¡Cóñó!
             La entonación que dio a ese coño resulta imposible de expli­car con palabras, pero lo resumía todo.
            Duque, el gran Duque, cuando se enteró de la existencia del poema, rea­lizó una nueva versión:

Tocad, campanas, tocad
Hoy me he de levantar antes
Que jura bandera
Mi hijo el Tío Tirantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario