Último
día en casa antes de partir. Paso la mañana haciendo el petate
parsimoniosamente, lentamente, acojonadamente. Llega la hora. He de
ir a Barcelona, el tren sale a las seis y antes he de pasar de nuevo
por el cuartel de Intendencia. Espero que no esté por allí el
pelotón de ejecución, ya formado. Me despido de la familia.
Lágrimas. Más acojone. Cojo el BS y me bajo en Marina. Camino por
la Meridiana hacia la Ciutadella. Voy vestido de paisano, pero el
petate me delata. Soy un montón de mili con patas. Desde la terraza
de un bar, un grupo de gente me contempla. Es gente normal que
seguirá llevando una vida normal. Mi normalidad quedará secuestrada
a partir de esta tarde durante un año.
Historias de mi puta mili. Narración de hechos y vivencias acaecidos a mi persona entre julio de 1981 y agosto de 1982, período en el cual formé parte activa y no voluntaria del Ejército de Tierra, arma de Artilleria. Parafraseando a Les Luthiers, todo lo que se narrará aquí no sólo fue verídico, sino que además fue cierto.
sábado, 31 de octubre de 2015
viernes, 30 de octubre de 2015
Ráfaga 1
Barcelona.
Cuartel de Intendencia, al lado del Parc de la Ciutadella, donde
ahora està la sede de la Universitat Pompeu Fabra. Una calurosa mañana de julio de
1981. Entrega de petates a un montón de reclutas que marchábamos a la mili al cabo de dos días. Un cabo primero
nos reúne a su alrededor, escoltado por dos miembros de la PM (Policía Militar) y nos lee unos cuantos artículos del Código de Justicia
Militar, sobre deserciones, insubordinación, etcétera. En
todos los casos leídos por el primero, el castigo es o
veinte años de cárcel en un presidio militar o pena de muerte. Buen rollo para empezar. Yo
ya no iría.
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