Seco, enjuto, altura
media, gafas Rayban de imitación barata traídas desde Tenerife de
encargo por algún recluta canario, gorra ligeramente arqueada hacia
atrás que mostraba su marcada alopecia y su permanente cara de
amargao. Este era el Pink Floid, es decir, el brigada encargado de la
banda de música de Regimiento. En realidad se llamaba Nemesio y era
un pobre hombre.
No creo que tuviera más
de cuarenta y cinco años aunque parecía mayor, como la mayoría de
los militares profesionales. Sin duda este envejecimiento prematuro
venía motivado por los duros sacrificios que conllevaba el servicio
a la patria. Según la zona geográfica en que estaban destinados,
estos sacrificios se llamaban El Águila, Cruzcampo, Mahou, Estrella
Dorada, San Miguel, Estrella Galicia, etcétera. En Segovia dominaba
Mahou juntamente con DYC, por lo del kilómetro cero, concepto este
aún no inventado a principios de los años ochenta del siglo pasado,
pero que no era óbice para pescar fácilmente merluzas en zonas de
secano por parte de la oficialidad y suboficialidad. Una parte de la
clase de tropa también apuntaba destellos.
El brigada Nemesio era
chusquero. Había empezado la mili normal y a punto de acabarla se
había reenganchado algunos años más hasta alcanzar la brillante
graduación de cabo primero. Posiblemente debió pasar por la
Academia de Suboficiales donde se sacó el título de sargento y
después de millones de años de servicio ascendió primero a
sargento primero y después a brigada. Con el tiempo, algunos
brigadas ascendían a subtenientes y finalmente, a punto de
retirarse, los promocionaban al grado de teniente, con lo cual
cobrarían una pensión más cuantiosa ya que pasaban a ser
oficiales.
No sé si ese fue el caso
del Pink Floid. Tampoco me quedé unos años más en Segovia para
comprobarlo. Es posible que siga siendo brigada, a no ser que se
haya jubilado, se haya muerto (o ambas cosas a la vez) o lo
degradaran, posibilidad muy factible dado el personaje.
La banda de música del
Regimiento estaba formada por personal de aluvión. Cada batería,
cuando llegaba un reemplazo nuevo, destinaba a aquellos guris que no
sabían hacer nada, pero nada de nada, a la banda de música. Por
tanto, cada tres meses el Pink Floid se encontraba con ocho o diez
ineptos totales para cualquier habilidad humana, música incluida, a
los que debía convertir en músicos militares o algo que se le
pareciera. Todo un reto, en el que habitualmente fracasaba de forma
contumaz. Y cada año maz.
La mayor tragedia del
Pink Floid no era que sus pupilos apenas lo respetaran ni que el
resto de la tropa pasara bastante de él. Lo que mortificaba a aquel
hombre era que sus propios compañeros de milicia lo consideraran un
cero a la izquierda, una semicorchea muda, un estorbo. En cierta
ocasión llegó a la furrielería de la Plana del Segundo un oficio
de Secciones donde se elevaba una queja al capitán de la batería
sobre la actitud poco respetuosa de un cabo primero de la Plana hacia
un brigada. El tema era grave: ¿insubordinación, palabras mayores,
murmuraciones, poca educación...? SuperHappy llamó al cabo primero,
que dio sus explicaciones. El brigada le había exigido que
trasladara la formación que mandaba en el Patio del Lagarto unos
metros más allá para que en ese espacio formara la banda de música.
-Yo sólo le dije al
brigada que no podía mover la formación, que el teniente La Tulipe me había
ordenado que formáramos allí y que no nos moviéramos.
SuperHappy preguntó
raudo:
- ¿Era el brigada
Nemesio?
- Sí, mi brigada
-respondió el cabo primero.
- Vale, retírate.
- A la orden, mi brigada.
¿Ordena alguna cosa más?
- Nada, nada, que te
vayas.
Y el oficio de Secciones
se convirtió en una bola de papel que fue a parar a la papelera.
SuperHappy ejercía de filtro de los asuntos que llegaban a la
batería. Y al capitán no se le molestaba por los agravios del Pink
Floid.
En otra ocasión,
estábamos en la furrielería trabajando SuperHappy y yo. Bueno,
trabajaba yo (y no mucho) mientras el brigada bostezaba aburrido
resolviendo el enésimo crucigrama del Quiz. En esto entró el
brigada de la Cuarta Batería, seguido del furriel. Al brigada de la
Cuarta lo llamábamos La mano más rápida del oeste,
ya que cuando se llevaba la mano derecha a la gorra para saludar
marcialmente la bajaba a una velocidad de vértigo. Pero esta vez no
bajó la mano raudamente, porque la llevaba ocupada sosteniendo otro
oficio de Secciones.
- ¿Félix, tú has leído
esto que ha llegado de Secciones?
SuperHappy contestó
vagamente que sí, que algo había leído, pero que no le había dado
mucha importancia. El oficio en cuestión provenía del Pink Floid y
en él se quejaba vivamente de la poca consideración que tenían las
baterías del Regimiento con la banda de música. Había días en que
casi todos sus componentes tenían servicio (guardia, cocina,
comedores, obras...) y apenas le quedaban dos o tres miembros para
ensayar. Y así no podía ensayar, por supuesto. El oficio era todo
un memorial de agravios que el brigada de la Cuarta Batería, con su
acento andaluz y su salero innato, iba recitando in crescendo,
salpicado de comentarios mordaces.
-Pero Félix, ¿este tío
es gilipollas o qué? ¿Vamos a dejar la guardia en pelotas y el
cuartel desguarnecido para que esos tíos puedan ensayar la mierda de
música que tocan, cohóne?
SuperHappy se mostraba
conciliador. En realidad el oficio y las opiniones del Pink Floid se
la sudaban mucho, y no podía evitar la risa al oír los comentarios
de su compañero. Los dos furrieles, el de la Cuarta Batería y yo,
hacíamos ímprobos esfuerzos por aguantarnos la risa, no podíamos reírnos de un superior en presencia de otros superiores, como era el caso, pero llegó un momento en que no pudimos más. Nuestras risas
ahogadas parecían dar alas al brigada de la Cuarta, que se fue
animando cada vez más.
- Mira,
Félix, mira lo que dice del Rodríguez, de mi batería: ¿Siempre
tiene servicio?. Y
subrayado. Con retintín. ¡Coño, si la gente entra de guardia día
sí, día no, el día que no entra que descanse, el pobre chaval!
¡Ah, y mira lo que me pone del Arturo: que no lo mande a la banda
ya que está rebajado de servicio por insuficiencia respiratoria.
¡La jodimos! ¿Cómo va a soplar la trompeta el pobre, si tiene
insuficiencia respiratoria?
Y aquí estalló una
carcajada inmensa de los dos brigadas y de los dos furrieles. Suerte
que La Tulipe o Gilito no nos vieron ni nos oyeron, porque nos
habrían empurado y de qué manera.
El local de ensayo de la
banda estaba en el patio de Secciones. A menudo los músicos
ensayaban en él, ya que dentro del local la acústica no era la
adecuada. Fuera tampoco, pero al menos no atronaban las paredes con
sus compases desacompasados. Desde los despachos de los Jefes, situados en el primer piso y cuyas ventanas daban al patio, se oían los acordes de la banda.
Entonces, los Jefes, que mucho trabajo no tenían, se asomaban e
interpelaban a Pink Floid.
- ¡Nemesio, coño, toca algo!
- ¡Nemesio, coño, toca algo!
Gritaba el teniente
coronel del Primer Grupo, ante cuyo alarido el brigada Nemesio se
descomponía. Le entraban todos los sudores y se bloqueaba. El teniente coronel del Primer Grupo no había estudiado con el rey, había estudiado con
Atila. Aquel hombre acojonaba sólo con verlo. Con enviar una foto suya al enemigo sería suficiente para rechazar un primer ataque.
- ¡Nemesio, que toquen,
coño!
Y el pobre brigada
intentaba cuadrarse marcialmente, murmuraba cansinamente “a
la orden”, levantaba la batuta con gesto solemne y se
encomendaba a los dioses para que de los instrumentos de su tropa
saliese algo ligeramente armónico que pudiera ser calificado como
pieza musical. Una vez acabado el suplicio, resonaban en el patio las
carcajadas de los Jefes.
- ¡Coño, Nemesio! ¡Cada
dia lo hacen peor, joder!
Después de estas
muestras de sana camaradería militar, los Jefes decidían que ya
habían trabajado bastante y se iban a la Sala de Oficiales -el bar-
a hacer el vermú, mientras el pobre Nemesio se iba hundiendo cada
vez más en la mierda castrense. Para consolarse, les pegaba la
bronca a sus músicos, igual que hacía Von Karajan. Pero los de la
banda ya estaban inmunizados, cualquier castigo que les pusiera Pink
Floid sería ràpidamente anulado por el capitán de su batería, ya
que eran necesarios para ir de guardia o fregar la cocina. Y un día
los músicos se licenciarían, pero Nemesio seguiría allí, tragando
bilis y aguantando las putadas de Jefes, Oficiales y
Suboficiales.