sábado, 12 de diciembre de 2015

Ráfaga 26

El Fascista era eso, un fascista en estado puro. Siem­pre iba como una moto, siempre creía que todo el mundo lo iba a engañar, siempre desconfiaba de todo el mundo, incluso del Zopa y del Media Mierda. Dirigía los desfiles pegando gritos, pegando puñetazos en el pecho de los guía­s, berreando desa­fo­radamente... "bracea, maestro, bracea"... "Tu puta madre tam­bién podría bracear, cabrón..." Cualquier chivo de la 34 soñaba con tener a su alcance un Cetme bien cargado y usar al Fascista de objetivo. Y los sueños, sueños son. 

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