El
Fascista era eso, un fascista en estado puro. Siempre iba como
una moto, siempre creía que todo el mundo lo iba a engañar, siempre
desconfiaba de todo el mundo, incluso del Zopa y del Media Mierda.
Dirigía los desfiles pegando gritos, pegando puñetazos en el pecho
de los guías, berreando desaforadamente... "bracea,
maestro, bracea"... "Tu puta madre también podría
bracear, cabrón..." Cualquier chivo de la 34 soñaba con tener a su alcance un Cetme bien cargado y usar al Fascista de objetivo. Y los sueños, sueños son.
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