domingo, 20 de diciembre de 2015

Ráfaga 32

Prácticas de tiro. Fuimos a uno de los campos de tiro situados en el inmenso campamen­to. Diez tiritos cada uno. No di a la diana ni de broma. Ni siquiera apunté. Cumplido el trámite, regresamos a la compañía. Un recluta llamó la aten­ción del alférez de IMEC al mando.
- Mi alférez, hay fuego en esos matorrales.
El alférez, que tenía cierto parecido con Víctor Mature, clavó su vista de ingeniero en tercero de ca­rrera en el campo de matorrales cercano y queriendo hacer méritos militares ordenó a la mitad de la compañía en­trar en el campo a apagar el fuego. Por fortu­na, yo llevaba la bandera -orgullosamente, por descontado- y debía permanecer en la formación. El al­férez Mature se lanzó el primero hacia las llamas, con un entusiasmo digno de mejor causa. Cuan­do había pe­netrado algunas decenas de me­tros en la zona de matorrales, se paró en seco y ordenó volver sobre los pasos de cada uno, nunca mejor dicho, pues era una zona de tiro y po­dían haber granadas sin explotar entre los matorra­les, ardien­tes o no. Algunos regresaron pálidos, muy páli­dos, a la formación.

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