Prácticas
de tiro. Fuimos a uno de los campos de tiro situados en el inmenso
campamento. Diez tiritos cada uno. No di a la diana ni de broma.
Ni siquiera apunté. Cumplido el trámite, regresamos a la compañía.
Un recluta llamó la atención del alférez de IMEC al mando.
-
Mi alférez, hay fuego en esos matorrales.
El
alférez, que tenía cierto parecido con Víctor Mature, clavó su
vista de ingeniero en tercero de carrera en el campo de matorrales cercano y queriendo hacer
méritos militares ordenó a la mitad de la compañía entrar en
el campo a apagar el fuego. Por fortuna, yo llevaba la
bandera -orgullosamente, por descontado- y debía permanecer en la
formación. El alférez Mature se lanzó el primero hacia las
llamas, con un entusiasmo digno de mejor causa. Cuando había
penetrado algunas decenas de metros en la zona de
matorrales, se paró en seco y ordenó volver sobre los pasos de cada uno,
nunca mejor dicho, pues era una zona de tiro y podían haber
granadas sin explotar entre los matorrales, ardientes o no.
Algunos regresaron pálidos, muy pálidos, a la formación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario