sábado, 5 de diciembre de 2015

Ráfaga 24

El Media Mierda era un tío de no más de 23 o 24 años, que por lo visto se había reengancha­do y había llegado a cabo primero. Era violento, muy vio­lento, pero muy poca cosa, un media mierda. Tal vez por eso tuviera tan mala leche. Cuando algo no salía bien, según su personal criterio,  nos casti­gaba con el primer tiempo del rindan. El rindan es una especie de saludo militar que se hace en una postura muy forzada, una pierna se flexiona mien­tras la otra se estira hacia atrás. Con una mano nos apoyábamos en el suelo mientras la otra sostenía el Cetme que tenía la culata en tierra y el cañón inclinado hacia adelante. En principio, hacer este número de circo -y en el fondo toda la instrucción militar la podemos reducir a bo­nitos números de cir­co- no presentaba ex­cesivas dificultades. Pero cuando se nos obligaba a mantener esta posición prolonga­damen­te -tres, cuatro, cinco minutos- todos los huesos, los múscu­los y las articulaciones empezaban a resentirse. Eso lo sabian perfectamente todos los mandos, y el Media Mierda también lo sa­bía. Salíamos cada día a ocho o diez minutos de rindan, admi­nistrados en varias tandas, siempre sin ningún motivo lógico. Lo que más recuerdo, después de los dolores (Chiquito dixit), era la voz de Koldo reci­tando en voz baja su le­tanía: "hijoputa reenganchao mediamier­da hijoputa". En uno de los ensayos del des­file de la jura de bandera, el Media Mierda pegó una pa­tada a uno de la calde­rilla y lo mandó a la enfer­mería. No del impulso, sino que le hizo daño, mucho daño.  La cosa fue tan eviden­te que el Media Mierda fue apar­tado del servicio. Por lo visto lo arres­taron y le abrie­ron un expe­diente. No sé cómo acabó la cosa, pero en la última semana de instrucción antes de la jura ya no apareció por la compañía. Sin duda fue un alivio, pero aún quedaban Zopa y el Fas­cista.

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