El
Media Mierda era un tío de no más de 23 o 24 años, que por lo
visto se había reenganchado y había llegado a cabo primero. Era violento, muy violento,
pero muy poca cosa, un media mierda. Tal vez por eso tuviera tan mala
leche. Cuando algo no salía bien, según su personal criterio, nos castigaba con el primer
tiempo del rindan. El rindan es una especie de saludo militar que se
hace en una postura muy forzada, una pierna se flexiona mientras
la otra se estira hacia atrás. Con una mano nos apoyábamos en el
suelo mientras la otra sostenía el Cetme que tenía la culata en tierra y el cañón inclinado hacia adelante. En principio, hacer este
número de circo -y en el fondo toda la instrucción militar la
podemos reducir a bonitos números de circo- no presentaba
excesivas dificultades. Pero cuando se nos obligaba a mantener
esta posición prolongadamente -tres, cuatro, cinco
minutos- todos los huesos, los músculos y las articulaciones
empezaban a resentirse. Eso lo sabian perfectamente todos los mandos,
y el Media Mierda también lo sabía. Salíamos cada día a ocho o
diez minutos de rindan, administrados en varias tandas, siempre sin ningún motivo lógico. Lo que
más recuerdo, después de los dolores (Chiquito dixit), era la voz de Koldo
recitando en voz baja su letanía: "hijoputa
reenganchao mediamierda hijoputa". En uno de los ensayos
del desfile de la jura de bandera, el Media Mierda pegó una patada a uno de la
calderilla y lo mandó a la enfermería. No del impulso, sino que le hizo daño, mucho daño. La cosa fue tan
evidente que el Media Mierda fue apartado del servicio. Por lo
visto lo arrestaron y le abrieron un expediente. No sé
cómo acabó la cosa, pero en la última semana de instrucción antes
de la jura ya no apareció por la compañía. Sin duda fue un alivio, pero aún
quedaban Zopa y el Fascista.
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