miércoles, 23 de diciembre de 2015

Ráfaga 35

La retreta era la última formación del día, tras la cena. Se leían los servicios del día siguiente y poca cosa más.  Los chivos la pasábamos en posición descanso. Finalizada la retreta, el suboficial de servicio, normalmente un cabo primero, se cuadraba y lanzaba el grito de rigor:
- ¡Treinta y cuatro...
Y antes de poder decir "Firmes", se oía la respuesta tré­mula de cada noche:
- ¡Presente!
El 34 jamás aprendió que cuando terminaba la retreta, el grito de ¡Treinta y cuatro! se dirigía a toda la compañía, no a él. Y cada noche resonaba su voz antes de la voz de mando del suboficial. Una pena, con lo bien que nos quedaban últimamente...

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