La
alegación no coló, así que después de pasar la revisión médica
me vi vestido de verde, igual que el resto de infelices de la 34. Ya
puestos, nos vacunaron de forma masiva en el botiquín del CIR.
Íbamos entrando en fila, cual entra el ganado en el matadero.
Mientras un sanitario nos agarraba el brazo izquierdo y nos ponía
una inyección con una especie de pistola de Star Treck, otro
sanitario nos hacía lo mismo en el brazo derecho. Una vez
inmunizados contra casi todo, salimos al exterior. Un recluta se
mareó y se sentó en el talud que había frente al botiquín. Tenía
la cabeza apoyada sobre los brazos, y éstos sobre las rodillas.
Julito, veterano voluntario de nuestra compañía, situado tras él,
le puso el pie sobre la espalda y lo mantuvo así largo rato. Julito
era de Fuerza Nueva y apenas tenía 17 años. Nadie se lo tomaba en
serio, ni siquiera los reclutas, y eso le encabronaba aún más. Un
día en la vida de Julito podía comenzar con una formación en la
compañía, a las seis de la madrugada, recién tocada diana. Julito,
en funciones de cabo cuartel, daba novedades al cabo primero Zopa:
-
Siete por ocho cincuenta y ocho en formación, mi primero.
- ¡Pero zerá pozible ezte giliposhas! ¡A vé zi aprende a murtiplicá
d'una puta vé, cohone!!!
Y
así siempre.Posiblemente acabó la mili sin saberse las tablas de multiplicar. Pero no tenía ningún problema en pisotear al personal. Eso le habrá sido de mucha utilidad en su vida laboral.
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