miércoles, 18 de noviembre de 2015

Ráfaga 18

Primer servicio. Primera imaginaria de puerta, de 11 a 1 de la noche. La cosa consistía en estar en la puerta de la compañía un par de horas y dar novedades si se presentaba un mando. O dar la alarma si se presentaba el enemigo. El cabo cuartel me dio la lista de todo el ar­mamento que había en la compañía. Debía memorizarla y recitarla a todo supe­rior que se presentara per allí.
Doce menos cuarto de la noche. Llegó el sargento.
- A la orden, mi sargento. Hay 187 cetmes, 187 bayonetas, trescientos veintidós cargado...
- Vale, vale, descanso. Dame la llave de mi cuarto.
- A sus órdenes. 
El sargento también era un hombre práctico. Sólo pretendia irse a dormir y se la sudaba el inmenso potencial bélico almacenado en la 34.  
Había otro imaginaria, que hacía la ronda en el dormitorio. Su principal cometido era llevar el botijo a quien se lo demandara. Si el botijo se quedaba sin agua, debía llenarlo rápidamente en el lavabo. En un grifo del lavabo, se entiende. Esta imaginaria era más complicada, porque aunque en el dormitorio se apagaban las luces a las once de la noche, no todo el mundo se dormía enseguida. También estaban los veteranos rondando por allí, puteando al personal y tocando los cojones. La misión del imaginaria era velar por el orden en el dormitorio, pero sería suicida llamarle la atención a un veterano, así que lo mejor era hacerse el loco y esperar a que a aquellos anormales les entrara sueño.
Como aún no habíamos jurado bandera no podíamos llevar armas durante la imaginaria. Una vez cumplido el trámite de la bandera, nos darían una bayoneta y seríamos invencibles.

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