martes, 10 de noviembre de 2015

Ráfaga 11

A los pocos días de estar por allí aparecieron unos tipos cuadrados, fuertes, musculosos, machotes, de mucha vida, con bonitos uniformes de los paracaidistas (paracas), la Legión, las COES... Eran los captadores, que venían a ver cuántos incautos podían convencer para que se enrolaran en sus respectivos cuerpos de élite. Se exhibían en el Hogar del Soldado: enseñaban bolas -del brazo-, marcaban pa­quete -de allí- e intentaban cazar a todos los despistados que podían. Cazaron a unos cuantos, sí señor. De nuestra compañía cayó uno, un pobre infeliz de Logroño que por dos centímetros no se había librado de la mili. El hombre se apuntó a las COES. Le habían prometido un año de emociones, un bonito uniforme para encandilar a las nenas y una boina verde hecha a medida. Cuando el teniente se enteró del enrolamiento del colega, le vino a decir que qué has hecho, gilipollas, pero de una manera mucho más grosera. Los captadores ya estaban lejos, de camino a otro CIR lleno de bajitos con complejo de Cheguevara.

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