Viernes
por la tarde. Tras la arenga patriótica del coronel y la comida, la compañía 34 estaba
formada esperando la orden para abordar los autocares y
marchar de rebaje. Faltaba dar las novedades al Capitán de
Cuartel. Apareció por fin. El cabo primero en funciones de suboficial de semana se cuadró y le dio
novedades.
-
¿Están contabilizados todos los componentes de la compañía?
-
No, mi capitán, sólo los que se van de rebaje. Pero en seguida le
cambio el estadillo -añadió servil el primero-.
-
No, déjalo, esto ahora lo archivamos y queda así por los siglos de
los siglos. Y a tomar por culo.
Un hombre pràctico, el Capitán de Cuartel.
Salíamos de El Ferral en cutres autocares
Setra Seida la tarde del viernes. En aquella época los autocares no disponían de aire acondicionado, así que todas las ventanillas estaban abiertas. Y a pesar de eso el ciego sol de la estepa castellana se estrellaba contra la chapa del autocar y sudábamos la gota gorda, además vestidos de romano, con el traje de bonito y la puta boina. Llegábamos a Barcelona en la
madrugada del sábado. Taxi y a casa. Salíamos de Barcelona el
domingo por la tarde. Llegábamos a El Ferral a las cuatro o las
cinco de la madrugada del lunes. En los lavabos nos cambiábamos
el uniforme de bonito por el de faena, para estar ya vestidos cuando
tocaran diana, apenas una hora más tarde. Todo con tal de no estar
más horas en aquel agujero.
Malas lenguas decían que los autocares en que marchábamos de
rebaje eran de una empresa propiedad de la mujer del coronel. Por
supuesto, todo eran infundios y falsedades, faltaría más.
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