lunes, 16 de noviembre de 2015

Ráfaga 16

Viernes por la tarde. Tras la arenga patriótica del coronel y la comida, la compañía 34 estaba formada espe­rando la orden para abor­dar los autocares y marchar de rebaje. Faltaba dar las nove­dades al Ca­pitán de Cuartel. Apareció por fin. El cabo primero en funciones de suboficial de semana se cuadró y le dio no­ve­dades.
- ¿Están contabilizados todos los componentes de la com­pa­ñía?
- No, mi capitán, sólo los que se van de rebaje. Pero en seguida le cambio el estadillo -añadió servil el primero-.
- No, déjalo, esto ahora lo archivamos y queda así por los siglos de los siglos. Y a tomar por culo.
Un hombre pràctico, el Capitán de Cuartel. 
Salíamos de El Ferral en cu­tres autocares Setra Seida la tarde del viernes. En aquella época los autocares no disponían de aire acondicionado, así que todas las ventanillas estaban abiertas. Y a pesar de eso el ciego sol de la estepa castellana se estrellaba contra la chapa del autocar y sudábamos la gota gorda, además vestidos de romano, con el traje de bonito y la puta boina. Llegábamos a Barcelo­na en la madrugada del sábado. Taxi y a casa. Salíamos de Bar­celona el domingo por la tarde. Llegábamos a El Ferral a las cuatro o las cinco de la madruga­da del lunes. En los lavabos nos cam­biábamos el uniforme de bonito por el de faena, para estar ya vestidos cuando tocaran diana, apenas una hora más tarde. Todo con tal de no estar más horas en aquel agujero.
Malas lenguas decían que los autocares en que marchábamos de rebaje eran de una empresa propiedad de la mujer del coronel. Por supuesto, todo eran infundios y falsedades, faltaría más.

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