En
el bar de la estación desayunamos el segundo bocata del yayo
brigada, mientras esperamos que nos venga a recoger un autocar que
nos ha de llevar hasta el CIR (Centro de Instrucción de Reclutas, recordemos)
situado en la bonita localidad de El Ferral del Bernesga. El señor
del bar no tiene la culpa de que estemos allí -nosotros tampoco, la
verdad-, así que le hacemos gasto: cervezas, coca colas, cafés con
leche... Desgraciadamente aparece el autocar. Subimos a él, escoltados por
cuatro veteranos chulitos con gafas de sol, paquete de Ducados en el
bolsillo de la camisa y banderita española en la correa del reloj,
que nos dan la bienvenida pasando la gorra solicitándonos un
donativo absolutamente voluntario para sus gastos diversos. Todo el
mundo pone algo en la puta gorra, pobre del que no ponga, le
esperaría un campamento aún más duro de lo que nos encontraremos.
Por supuesto que estas prácticas están prohibidas y que los mandos
se encandalizarían y tomarían serias medidas si se enteraran de
ellas. Pero como no se enteran...
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