miércoles, 25 de noviembre de 2015

Ráfaga 21

En los primeros días de estancia en el CIR debimos aprender rápidamente los grados de los mandos y sus símbolos. A un cuartelero (puto chivo que pasaba todo el día en la puerta de la compañía y debía dar la voz cuando llegaba un mando de superior graduación que el mando de más graduación que estuviera en la compañía en ese momento. Todo muy complicado para según qué mentalidades) le metieron un puro por confundir al comandante -una estrella de ocho puntas- con un subteniente -una estrella de cinco puntas-. Cuatro grados los separaban. Si llega a ser al revés, el subteniente le hubiera puesto un piso al cuartelero.  Aprendimos pronto. Cada vez que veíamos estrellas, galones o colorines, nos lle­vábamos la mano a la gorra. En una salida a León, alguno saludó marcialmente al portero de un hotel. Uni­forme, llevaba. Y era muy bonito.

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