En
los primeros días de estancia en el CIR debimos aprender rápidamente los grados de los
mandos y sus símbolos. A un cuartelero (puto chivo que pasaba todo el día en la puerta de la compañía y debía dar la voz cuando llegaba un mando de superior graduación que el mando de más graduación que estuviera en la compañía en ese momento. Todo muy complicado para según qué mentalidades) le metieron un puro por
confundir al comandante -una estrella de ocho puntas- con un
subteniente -una estrella de cinco puntas-. Cuatro grados los separaban. Si llega a ser al revés, el subteniente le hubiera puesto un piso al cuartelero. Aprendimos pronto. Cada
vez que veíamos estrellas, galones o colorines, nos llevábamos
la mano a la gorra. En una salida a León, alguno saludó
marcialmente al portero de un hotel. Uniforme, llevaba. Y era
muy bonito.
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