Y también amaneció el
día 31 de diciembre de 1981, uno de los días más deprimentes de mi
puta mili. Acababa de volver del permiso de navidad. En menos de mes
y medio había disfrutado de treinta días de permiso y el próximo
lo veía lejos, lejos, lejos, pero que muy lejos. Todos los amigotes
de mi reemplazo se habían ido de permiso. Los del reemplazo 80-7º
continuaban siendo unos desconocidos y apenas tenía trato con ellos.
También Beasaín y Miguel, los otros furrieles, estaban fuera, de
rebaje. En fin, fui todo el día como un alma en pena por la batería.
Hasta Urco parecía respetar mi melancolía y no me tocó los cojones
en exceso.
Para acabar de subirme
la moral, corría por la batería -es un decir- un guri de aspecto
completamente deprimente, cara tristísima, andar sosegado... Nada
más llegar fue informando a todo el mundo que a su padre acababan de
darle la extremaunción y que le quedaban dos telediarios y el
Informe Semanal. Que quería hablar con el Capitán para acompañarlo
en sus últimos momentos -a su padre, no al Capitán-. El Capitán le
dijo que ya veríamos, pero que hasta pasado Añoviejo no contara con
ningún permiso. Que su reemplazo acababa de llegar y no estaba
previsto que nadie marchara a su casa en esos días. Y allí estaba
él, con su cara de joven de posguerra, bebiendo agua de una botella
de zumo. Segun me confesó un día, llenaba la botella en el grifo
de los lavabos en lugar de beberla directamente de allí con un
vaso, y le parecía más buena. Además de triste, raro. Cada vez que
lo miraba me deprimía aún más. Total, que el pobre puto guri, una
vez pasado Añoviejo, consiguió arrancarle al Capitán tres o cuatro
días de permiso y se fue para casa. La botella de zumo con el agua sabrosa la dejó en la taquilla. Por lo visto, una vez pasados los
días de permiso, su padre experimentó una milagrosa mejoría, se
quitó la extremaunción de encima y se apuntó a correr la maratón
de Nueva York.
Aquel día había cena
especial, así que todos subimos formados al comedor. Nos
sentamos y se oyó un toque de corneta que atronó las paredes. Nos
ordenaron ponernos en pie mientras el coronel entraba en el comedor.
El jefazo tuvo a bien dirigirse a nosotros antes de la cena. Con muy
buenas palabras nos dijo que entendía perfectamente nuestros
sentimientos al estar lejos de casa en una noche como aquella pero
que no tocaba otra cosa que joderse allí en beneficio de la patria.
Y buen provecho. Una vez dicho esto, consideró que ya había
trabajado bastante por aquel año y se fue. Él sí que pasó el
Añoviejo en su casa.
Cenamos y volvimos a la
batería. Se pasó retreta y luego, en lugar de ir a dormir, se nos
permitió alargar la velada hasta la madrugada. No había mucho que
hacer, la mayoría nos sentamos a ver la televisión. En aquella
época sólo existían los dos canales de TVE, la Primera Cadena (La 1
actual) y la Segunda Cadena (La 2), también conocida como el UHF. Así
que nos pasamos las primeras horas de 1982 -el año de la licencia-
viendo el programa de fin de año de TVE. Lo más gratificante de la
noche fue ver a los grandes, inmensos Tip y Coll. Allí estaban,
devorando mariscos, mientras iban repitiendo: “Que suerte tienen
ustedes, ahí en su casa, mientras nosotros estamos aquí aburridos
comiéndonos estos bichos...”. Pasada la una apareció el capitán
de la Segunda Batería, que estaba de Capitán de Cuartel,
deseándonos feliz año. Fue un detalle.
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