A
principios de mayo se empezó a rumorear que una parte del Regimiento
marcharía a hacer guardia a distintos lugares estratégicos como repetidores de
radio y televisión, para garantizar el éxito de las retransmisiones
de los partidos de fútbol del Mundial 82, que se había de celebrar en España y que empezaría en junio.
El
rumor se convirtió en realidad a mediados de mes. Un lunes por la
mañana el sargento Eustaquio ordenó a unos cuantos artilleros y a
tres cabos de la batería -Fermín, De la Cruz y yo- formar y
subir al campo de deportes.
La cosa parecía importante, ya que había
gente de todas las baterías. La movida la dirigía el capitán de la
Cuarta Batería, que hablaba con varios suboficiales. Por
fin, el sargento Eustaquio vino hacia donde formábamos los de
la Plana del Segundo. Se dirigió a De la Cruz y a mí y nos ordenó que
seleccionáramos a ocho artilleros de nuestra batería. De forma absolutamente sectaria, los cabos escogimos ocho
amiguetes, o cuando menos ocho personas normales, no conflictivas y
con sentido del humor. Una vez seleccionados, el sargento
Eladio habló con nosotros.
-
Mirad, me imagino que habíais oído rumores de que nos tocaría
hacer guardia en algunos destacamentos fuera del Regimiento.
Bueno, pues nos ha tocado. Nos vamos a un repetidor de televisión
que hay en las afueras de Palencia. Dos cabos, ocho artilleros y yo,
que estaré al mando. No sabemos aún cuando marcharemos, pero
será durante esta semana. Cuando hagáis el petate, poned la muda de
recambio y la ropa de gimnasia, y le pedís al armero un par de
balones, ya que tendremos tiempo de jugar al fútbol. ¿Alguna
pregunta? Pues hala, ya podéis volver a la batería.
Aquello representaba una buena perspectiva. Alejarse del cuartel (de Urco, de Gilito, de La Tulipe...) durante un tiempo -tal vez uno o dos meses, pues el Mundial había de
finalizar en julio-, a hacer guardias en medio del campo y sólo con
el sargento Eustaquio como mando, con De la Cruz de compañero y con la
gente más legal de la batería, venía a ser una especie de
vacaciones. La posibilidad de un atentado terrorista contra un puto repetidor de Palencia parecía bajísima. Todos los del destacamento estábamos la mar de
contentos de marchar a Las Malvinas, así llamamos a la misión,
pues en la misma época se desarrollaba la guerra anglo-argentina en las islas del Atlántico Sur antes mencionadas.
A Fermín le había tocado ir a otro destacamento con otro cabo de otra batería y artilleros tutti frutti, los que no habían sido seleccionados en una primera ronda por los cabos de sus respectivas baterías.
Después
de comer nos ordenaron a todos los cabos seleccionados
para los destacamentos bajar a la plaza del Lagarto. Una vez allí,
el sargento Eustaquio nos dijo que era posible que no fuéramos. Al cabo
de un rato llegó el capitán de la Cuarta Batería, que nos
comunicó la suspensión de los destacamentos. Terminó su parlamento
con una bonita reflexión.
-
A pesar de que la misión ha sido anulada, hemos demostrado que
estamos preparados para organizarnos rápidamente y salir a la calle
en cualquier momento. Rompan filas. Ar.
A
poco más de un año del 23-F, hay cosas que no se pueden decir
en público. Porque ya sabíamos cómo pensaba ese señor en privado.
Ar.
Lagarto, lagarto.
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