jueves, 5 de enero de 2017

Malvinas

A principios de mayo se empezó a rumorear que una parte del Regimiento marcharía a hacer guardia a distintos lugares estratégicos como repetidores de radio y televisión, para garantizar el éxito de las retransmisiones de los partidos de fútbol del Mundial 82, que se había de celebrar en España y que empezaría en junio.
El rumor se convirtió en realidad a mediados de mes. Un lunes por la mañana el sargento Eustaquio ordenó a unos cuantos artilleros y a tres cabos de la batería -Fermín, De la Cruz y yo- formar y subir al campo de deportes.
La cosa parecía importante, ya que había gente de todas las baterías. La movida la dirigía el capitán de la Cuarta Batería, que hablaba con varios subo­ficia­les. Por fin, el sargento Eustaquio vino hacia donde formábamos los de la Plana del Segundo. Se dirigió a De la Cruz y a mí y nos ordenó que seleccionáramos a ocho arti­lleros de nuestra batería. De forma absolutamen­te sectaria, los cabos escogimos ocho amiguetes, o cuando menos ocho personas normales, no conflictivas y con sentido del humor. Una vez selecciona­dos, el sargento Eladio habló con nosotros.
- Mirad, me imagino que habíais oído rumores de que nos tocaría hacer guardia en algunos destacamentos fuera del Re­gi­miento. Bueno, pues nos ha tocado. Nos vamos a un repetidor de televisión que hay en las afueras de Palencia. Dos cabos, ocho artilleros y yo, que estaré al mando. No sabemos aún cuando mar­charemos, pero será durante esta semana. Cuando hagáis el petate, poned la muda de recambio y la ropa de gim­nasia, y le pedís al armero un par de balones, ya que tendre­mos tiempo de jugar al fútbol. ¿Alguna pregunta? Pues hala, ya podéis volver a la bate­ría.
Aquello representaba una buena perspectiva. Ale­jarse del cuartel (de Urco, de Gilito, de La Tulipe...) durante un tiempo -tal vez uno o dos meses, pues el Mundial había de finalizar en julio-, a hacer guardias en medio del campo y sólo con el sargento Eustaquio como mando, con De la Cruz de compañero y con la gente más legal de la bate­ría, venía a ser una especie de vacaciones. La posibilidad de un atentado terrorista contra un puto repetidor de Palencia parecía bajísima. Todos los del des­tacamento estábamos la mar de contentos de marchar a Las Mal­vinas, así llamamos a la misión, pues en la misma época se desarrollaba la guerra anglo-argentina en las islas del Atlántico Sur antes mencionadas. 
A Fermín le había tocado ir a otro destacamento con otro cabo de otra batería y artilleros tutti frutti, los que no habían sido seleccionados en una primera ronda por los cabos de sus respectivas baterías.  
Después de comer nos ordenaron a todos los cabos selec­cio­nados para los destacamentos bajar a la plaza del Lagarto. Una vez allí, el sargento Eustaquio nos dijo que era posible que no fuéramos. Al cabo de un rato llegó el capitán de la Cuarta Bate­ría, que nos comunicó la suspensión de los destacamentos. Terminó su parlamento con una bonita reflexión.
- A pesar de que la misión ha sido anulada, hemos demos­trado que estamos preparados para organizarnos rápidamente y salir a la calle en cualquier momento. Rompan filas. Ar.
A poco más de un año del 23-F, hay cosas que no se pue­den decir en público. Porque ya sabíamos cómo pensaba ese señor en privado. Ar.
Lagarto, lagarto.


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